La protesta de los policías misioneros se intensifica. Aunque con menos gente (a simple vista) que ayer, el foco principal sigue activo. Esta mañana hubo varios sirenazos que agitaron a los manifestantes. Y un grupo de agentes de civil volvió a incendiar cubiertas en la intersección de las avenidas Uruguay y Trincheras.
El acampe policial ha tomado tres cuadras de la calle frente al Comando Radioeléctrico. Y también se ha derramado sobre las calles laterales. Allí hay carpas, gazebos y toldos improvisados con cañas, palos, sogas y material de silobolsa.
Sobre la calle o la vereda, los policías se sientan en ronda en sillones de playa junto a los fogones a compartir mate, comer algunas facturas o bizcochos y a conversar. El tema principal es el aumento de sueldos. La postura es una: quieren un incremento del 100% de los haberes que lleve el mínimo de bolsillo de un agente inicial a $ 830 mil.
Los voceros de la protesta, Ramón Amarilla y Germán Palavecino, no habían arribado durante las primeras horas de la mañana. Se los espera cerca del mediodía. Todos aguardan con ansias las novedades que podrían traer.
El Gobierno misionero dejó en claro ayer que el aumento ofrecido es lo mejor que pueden poner sobre la mesa. “No hay plata”, dan a entender. El ministro de Gobierno, Marcelo Pérez, no usó esas palabras, pero bien podría haberlo hecho. Son una síntesis de su conferencia de prensa.
Ni la representación de los uniformados ni las fuentes oficiales podían confirmar si durante la jornada habrá o no alguna nueva ronda de diálogo. Ambos sectores hacen gala de su vocación dialoguista. Pero hasta ahora las charlas han sido infructuosas.
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